Como si de una plaga venenosa se tratara,
evita en todo momento el contacto directo, aturdida por unas reacciones para
las que no encuentra explicación plausible.
No
entiende los sudores repentinos, ni la respiración entrecortada. No entiende el
pulso acelerado ante el mas mínimo roce; e incluso años después, aun no logra
entender cómo puede perderse durante horas en el azul de esos ojos que un día apuntaron a dar.