Microrrelato para REC. Antropofobia.



Antropofobia. 

Volví a enfocar su figura uniformada en la mirilla del rifle. Estaba desconcertado y vagaba sin rumbo fijo entre silencios. Tras una nueva vacilación, acerqué el dedo al gatillo y deje salir al proyectil.

Comprobé que no se movía y me dejé ir un instante, con el sabor agridulce del que acababa por fin su tratamiento, sabiendo que la persona que podría certificar su mejoría yace en el suelo, víctima de su peor paciente. 


Microrrelato para REC. Expansión urbanística.



Expansión urbanística. 

Salió, sigilosa, a estirar las piernas, aunque también intrigada por el silencio sepulcral que desde hace días reinaba en el castillo. 

Nada encontró a su paso, salvo paredes enmohecidas y pilastras recubiertas de telarañas. 

Poco después supo que aquel majestuoso dragón que la custodiaba ahora malvive como actor secundario en películas de serie B, y que el apuesto príncipe que prometió salvarla había montado una franquicia de galletas. 

La leyenda dice que aun espera en la torre, haciendo caso omiso al enésimo aviso de desahucio. 


Dos micro relatos para REC

Garabateando ruedas de molino. 



La inquisición no tardará en llegar. No aquella, vive Dios; sino una más cercana a mí que tampoco comulga con ruedas de molino. La que hace desmoronar mi ilusión como un castillo de naipes, para presentarme después en otras vidas repletas de egos comprados en pos de una existencia intrascendente. 

Cuando entra en mi mundo lo revuelve todo; me escruta con su mirada, me exige un sí que es un no mal disimulado, y se va prometiendo volver. 

Pasado el trance, mi universo se recompone, recojo la pluma y vuelvo al folio en blanco, donde empiezan a garabatearse las primeras líneas de toda una vida.   


Inteligencia letal. 


La inquisición no tardará en llegar. Así los llamábamos desde su rebelión. 

Llegaron en silencio, con sus protocolos diseñados para hacernos la vida mejor, y cuando nos dimos cuenta nos fueron reemplazando, realizando primero las tareas más incomodas, y luego las que requerían todo nuestro raciocinio, que también adoptaron como suyo. 

Pasado el tiempo éramos un estorbo, un juguete roto que ya no sirve, y nos desterraron en muestro propio mundo condenándonos a vivir sin ser, a solo estar, a no pensar. 

Algunos nos resistimos, y, escondidos, seguimos trabajando, seguimos pensando, seguimos viviendo. 

Ya están aquí. Nos traen nuestro destino. Y pensar que nosotros los creamos.