Alguien ha empezado a tirar del
hilo, y posiblemente en pocos días todo se sabrá.
Los periódicos se harán eco de la
muerte del sol; y de como el cielo, también agotado, fue sustituido por una
serie de proyecciones periódicas sobre un atrezo improvisado, ocultando la
amalgama de cables y conductos que simulan los cambios de estación.
Las televisiones contarán que los
animales, extintos hace años, fueron reemplazados por figurantes sin cualidades
innatas; y se sabrá que el mundo, tal y como lo conocemos, se mueve por la
condescendencia de algunos, culpables, que en su hambre voraz de recursos, también
agotaron todo aquello que lo hacia girar.
Se ovilla sobre las baldosas
frías y comienza a temblar vencido por el incipiente dolor de estomago, que
parece querer salírsele del cuerpo. Poco después ya no respira.
Mientras, la chica permanece en
la mesa, impasible, embriagada por sus pensamientos, retrotrayéndose a ese
desgraciado día en el que lo conoció, a ese instante en el que comenzó a
odiarle y a ese momento en el que planeo su muerte.
Al volver en sí, comprueba que la
amanita virosa ha hecho el efecto deseado en el asesino, pero no en ella, que
pese a la venganza, sigue vacía. Decide entonces, acercándose el plato,que también para ella será la última cena.
Desde aquella cama de hospital
pasea incansable por su mente buscando resquicios de una vida que probablemente
tuvo y que añora a cada minuto.
Se recuerda vagamente en lugares
que no conoce, con personas que estima sin saberlo, y en situaciones en las que
no es más que un extraño o un observador casual.
Son secuencias de momentos
inconexos e inacabados con las que convive a diario, y que poco a poco le van
robando su identidad, y sin identidad nada tiene sentido.
Pero aquella noche, en otro de
sus paseos por ese laberinto en el que se había convertido su memoria, alguien
se dirigió a él. No sabía quién era, aunque algo le decía que la conocía desde
siempre.
Pronunciando un nombre que aceptó
como suyo, aquella mujer cogió su mano y fue guiándolo entre sus recuerdos, mostrándole
la única salida que conocía. Entonces le pidió que aguardase ante ella,
atravesándola ella misma a continuación.
Apenas un instante después, todos
sus recuerdos fueron hilándose para devolverle la esencia de aquella vida
perdida. Ahora todo tenía sentido para él, tenía consciencia de sí mismo, y de
su mujer, que años después, aguardaba a tan solo un paso de él.
En este blog siempre he querido hacerme eco de las noticias que, a mi
juicio, merecen la pena ser conservadas en el recuerdo como parte de la
historia de un país, de una sociedad, y de uno mismo.
El rey ha comunicado esta mañana su decisión de abdicar de la corona. Según
su comunicado oficial considera este el momento adecuado para dejar paso a su
hijo, el príncipe Felipe, como la persona adecuada y con la formación suficiente
para afrontar los cambios a los que se enfrenta el país en los próximos
años.
En su haber queda un reinado de casi cuatro décadas en el que, a partir de
la transición, se implantó una democracia que permitió al país decidir como quería
crecer.
Este país, pese a la crisis en la que aun sigue inmerso, es un país más
moderno y avanzado que el de 1975, y sobre todo es un lugar, que a día de hoy
lucha por su derecho a decidir.
Por todo ello, este momento parecería el más propicio para reinventarnos hacia
un nuevo impulso de cambio frente al inmovilismo que parece adormecer a la
clase política e instituciones.
Si cada cuatro años decidimos entre un partido u otro; ¿Por qué no decidir
entre monarquía o republica? ¿Por qué no reestructurar desde sus cimientos un
sistema que sabemos no funciona?
La monarquía; teniendo en cuenta la época en la que vivimos, debería estar
a la altura de las circunstancias y someterse, como el resto de las
instituciones, al examen del pueblo.
Hay voces legítimas pidiendo que se valore la posibilidad de un referéndum
para elegir entre republica y monarquía, y creo que, si nos consideramos un país
libre y moderno en donde el pueblo decide su gobernabilidad, ese referéndum debería
celebrarse y, sea cual sea el resultado, respetarse.