En esta nueva entrega de mi
experiencia en el taller de escritura creativa vengo a hablaros de otro de los
autores relevantes de la literatura americana del siglo XIX, Henry James.
Como escritor se considera a
James como una de las grandes figuras de la literatura transatlántica. Sus
obras están basadas frecuentemente en la yuxtaposición de personajes del Viejo
Mundo, artístico, corruptor y seductor y el Nuevo Mundo, donde la gente es a
menudo sincera y abierta, si bien sus matices y variaciones son múltiples.
En sus obras prefiere el
drama interno y psicológico, y es un tema habitual suyo la alienación.
Sus primeros trabajos son
considerados realistas, pero de hecho durante su larga
carrera literaria mantuvo un gran interés en una variedad de movimientos
artísticos. Sus obras se han adaptado al cine muchas veces por directores tales
como William Wyler (La heredera, adaptación de la novela Washington Square), Jack
Clayton (Suspense), o James Ivory (Las bostonianas,
La copa dorada).
Se dice que su escritura
alimentó a la de Willian Faulkner, autor del que ya hemos hablado en entregas
anteriores.
Para James, es muy
importante el punto de vista del personaje, y en sus tramas esto aparece muy
marcado, adentrándose en la subjetividad y la visión más interna del
protagonista.
En sus numerosas obras,
James aprovecha para realizar críticas a las sociedades americana y europea,
con las cuales convive durante si vida.
En el estilo de escritura de
este autor también predominan los personajes secundarios que se convierten en
principales o protagónicos en una postrera vuelta de tuerca de la historia. El relato
que a continuación os dejo se basa en ese personaje secundario que se vuelve a
la postre principal.
Como
vino se irá
Entre la amalgama de tubos y
cables apenas puede distinguir a sus seres queridos, que se arremolinan junto a
su cama, ya sin esperanza, aguardando el inminente desenlace.
En su agonía se pregunta qué
hizo mal para que la suerte, antaño poderosa aliada, se volviese esquiva de la
noche a la mañana dejándolo marchito y sin la riqueza con la que antes le había
bendecido.
Cuando le sobreviene la
cordura recuerda aquel día soleado de Mayo en el que comenzó todo. Caminaba por
el parque y encontró en un banco un boleto de lotería que posteriormente le
haría rico. El dinero vino acompañado de lujosos caprichos, atrajo a nuevas
amistades y reavivó antiguas pasiones.
Colmado de felicidad y
seguro de sí mismo, ignoró a aquel desconocido con el que se cruzó un año
después y que aseguraba haberle dejado el boleto de lotería en el parque,
exigiéndole la mitad de su fortuna.
Ante su negativa, el
desconocido pronunció aquellas palabras como principio del fin.
-Como vino se irá llevándote
consigo.
Un año más tarde, en esa
cama de hospital, recuerda esas palabras exhalando su último suspiro.
Mientras, en la calle, el
desconocido, que aguardaba el desenlace, camina hacia el parque, se para junto a
un banco y deja un boleto de lotería para alejarse de nuevo, y aguardar al
siguiente afortunado.