Micro. Ateismo oportuno.



Al dejar la catequesis a los pocos días declarándome ateo no solo provoqué el disgusto eterno de mi madre sino lo que entendí entonces como una inmerecida indiferencia de mis amigos. 

Años después, viendo en las noticias al capellán sometido a escarnio público por sus pecados sé que mi decisión tuvo entonces el dolor de la culpa, pero el don de la oportunidad.

Micro. Domótica aplicada.



- Papá, ¿tú no tienes frío?

- Si hija, pero con tanto mando a distancia no sé ni como abrir la puerta. 

- Seguro que mamá lo sabe, pero nunca está cuando se la necesita. 

- Deberías respetarla más, es tu madre y te empeñas en hacerle la vida imposible. 

- ¿Crees que no sabe lo tuyo con la carnicera?

- Eso ya esta perdonado, y tu madre ha organizado estas vacaciones como un nuevo comienzo, así que pon de tu parte. 

- Está bien. Oye, ¿no te huele a gas?

- Pues si, que raro. ¿Has tocado algún botón? 

- No. Mira; allí esta mamá. 

- Pero, ¿por qué no entra en la casa?

Micro. Telepatía

Y nunca le recordaba lo que no se podía contar. Eso nos mantuvo a salvo durante un tiempo, y reconozco que incluso llegué a fiarme de él.


Por eso aquel día, hundiéndonos cada vez mas en el río victimas de la caprichosa gravedad y de los zapatos de cemento, no conseguía entender como pudieron sonsacarle información los de la mafia.

Micro. Falsas esperanzas.



Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor desde dentro justo antes de que el camión arrancase él se abrazaba con fuerza a su cintura.

- Papá, tengo miedo. 

- No te preocupes hijo; al cruzar la frontera todo será distinto.