Un momento cualquiera de la situación actual, cualquier
empresa de cualquier ciudad, cualquier consejo de administración en cualquiera
de sus reuniones. Se decide por diversos motivos que el personal de dicha
empresa, antaño “principal activo de la misma”, debe reducirse drásticamente, iniciándose
un proceso de cuyo nombre prefiero no acordarme pero que convierte al personal,
antes valioso, en meros números, primos pero divisibles, números negativos que
no hacen sino descuadrar los balances algorítmicos de la empresa y que por lo
tanto hay que reducir.
Comienza entonces un sorteo en el que, sin quererlo ni
poderlo remediar, entran todos esos números; da igual el valor real de cada número,
todos, aplicando variables intangibles para ellos, entran en una ecuación cuyo
resultado final será el mínimo común divisor, y en el que ellos rara vez saldrán
ganando.
Una lotería en la que nadie quiere participar, pero que
puede tocarte cualquier día.