Dicen que las crisis no las superan los más preparados,
sino los que mejor se adaptan a los cambios, y supongo que es eso lo que
intentamos hacer todos en estos tiempos, cada uno a su manera y en la medida de
sus posibilidades.
A mí la crisis me ha metido en el numeroso grupo de los
desplazados, premiados con un trabajo que otros quisieran, a cambio de dejar mi
tierra y familia durante la semana laboral para volver a una efímera normalidad
a la vuelta. Una rara avis con dos casas, dos barrios, dos rutinas distintas, grupos
de conocidos distintos y necesidades distintas en función del día de la semana.
Lo bueno de estar durante un tiempo fuera de tu casa es
que ese lugar a donde llegas poco a poco se va haciendo tuyo, lenta pero
progresivamente, a base de conocer sus gentes y sus lugares, sus calles
soleadas unos días y mojadas por la lluvia otros, después de ver día tras día a
los niños corriendo al colegio, a los ancianos hablando en sus parques, de
notar el frío pegado a los cristales de los coches en las mañanas de Enero y al
calor que derrite poco a poco el entusiasmo de ese grupo de mujeres que caminan
en una tarde de Agosto.
Al sentirte poco a poco menos foráneo en esta tierra también
compartes sus miedos, sus preocupaciones y sus inquietudes. Hace unos días pude comprobarlo al pisar por
primera vez un hospital madrileño. Una pequeña infección respiratoria me llevo
a la sala de urgencias de un hospital cualquiera. El procedimiento fue igual que en cualquier
otro hospital, es decir, te hacen una primera inspección y después te derivan a
otra sala de espera donde aguardas más o menos a que te atiendan en función de
la gravedad de tu caso.
Cuando llegue a la sala había una chica rumana esperando
unos análisis; una chica española y un anciano en silla de ruedas acompañado
por el que parecía uno de sus nietos. En
todas las salas de urgencias de los hospitales hay que armarse de paciencia
esperando a que te atiendan, y en los de Madrid, tal y como está la sanidad en
esta comunidad, aun mas.
Pasadas unas dos horas y media en las que hubo reproches
contra los médicos por parte de varios pacientes, algún abandono de la sala por
parte de la chica española, a la que llamaron poco después de irse y muchas
idas y venidas de gente por los pasillos, todos los pacientes fuimos atendidos.
El trato fue excelente, no puedo decir lo contrario;
tampoco puedo decirlo de los hospitales extremeños. Y fue excelente pese a los
medios y el personal con el que se contaba en esos momentos.
Y después de todo el rollo soltado ahora viene lo que quería
decir, el objeto de este post que bien tiene que ver con el título del mismo,
es decir, la reflexión de lo que necesito y lo que no necesito, y de lo que a
mi juicio necesitamos y no necesitamos.
Necesito más médicos en los hospitales haciendo lo que
saben hacer, salvar vidas y curar enfermos, necesito más y mejores profesores
en los colegios y universidades garantizando que la educación, que es buena, no
empeore. Necesito más policías en las calles cuidando de que nuestras ciudades
sean cada vez lugares más seguros y más investigadores haciéndonos el mañana más
fácil.
Y puestos a desprendernos de lo superfluo, no necesito el
congreso o el senado lleno de ineptos sin ideas ni educación cruzados de brazos
mientras el paro sacude cada vez a más gente y a más familias. No necesito
instituciones anacrónicas que son un lastre para un camino que ya de por si es difícil.
Y tampoco necesito que desde fuera me digan que tengo que hacer más ajustes y sacrificios
en mi vida por errores que otros cometieron por mí.
Estoy de acuerdo,nuestro pais se derrumba y quieren arreglarlo recortando de lo que mas necesitamos
ResponderEliminarEl problema es que los que tienen que arreglar las cosas no entienden o no quieren entender nada de lo que está pasando.
ResponderEliminarUn beso.